M&M CAPITULO 84

 

CAPITULO 84

 

 

NAZIR   (ANTES DEL HURACAN)

 

-. Lo que me pides es imposible!!! – respondió Nazir enervado

-. Nazir, por favor. Yo no puedo quedarme tranquilo sabiendo lo que sucede. Te pido que tú lo hagas posible.

Sergio se había puesto de pie y miraba a Nazir desde arriba. Nunca sería más alto que Nazir pero cuando se alteraba y molestaba como ahora, Sergio dejaba de parecer la personita dulce y menuda que era para transformarse en un ser muy bravo. Nazir iba a responderle con un “no” definitivo pero el ruego desesperado en los ojos de Sergio lo hizo detenerse. Guardó silencio dando vueltas a la idea que le había sugerido…  era una locura total… pero tal vez era una solución al problema. En realidad… si lo pensaba bien, Sergio sin querer le estaba proponiendo una salida.. claro!! Eso era lo que tenía que hacer y entonces todo comenzaría a marchar debidamente.

-. Estoy esperando una respuesta, Nazir – Sergio despedía fuego por los ojos y tenía su cuerpo en dura tensión

Nazir se levantó con mucha calma, se acercó por atrás y en un movimiento rápido le atrapó los brazos y el cuerpo, inmovilizándolo

-. De vez en cuando, me calienta verte empoderado – le susurró al oído

-. Nazir! Estoy hablando en serio!!!

-. Yo también, mi dulce sumiso… yo también – Nazir empujó sus caderas hacia adelante hundiendo sus genitales en el culo de Sergio que permanecía rígido pero no peleaba por soltarse. Conocía los límites máximos y rechazar una caricia sexual de Nazir jamás le estaría permitido.

-. ¿Entonces?

-. Entonces, como siempre, me has ayudado con la solución que buscaba – le dejó en el cuello los besos que se merecía

Sergio aligeró su postura y se giró para buscarle los ojos

-. ¿Lo vamos a hacer?? – preguntó ilusionado

-. Si. Lo vamos a hacer, pero antes que te alegres demasiado tengo una condición importante y que tendrás que respetar.

-. Aaahhh!! No puedo creerlo – se abrazó a él lleno de alegría  – Acepto la condición que sea!!– gritó Sergio despreocupado

-. No – Nazir lo movió hacia atrás y le exigió atención – debes escucharme bien antes de aceptar porque luego no habrá vuelta atrás.

Sergio perdió la repentina cara de felicidad

-. Está bien. Escucho. Dime cual es la condición

Nazir pensó bien antes de hablar. Volvieron a sentarse en el sillón y tomó la mano de Sergio entre las suyas para poder explicarle mejor. Era una solución muy arriesgada pero una solución al fin y al cabo. De este modo le daría en el gusto a Sergio y conseguiría la atención que tanto necesitaba de Adamir.

 

MIKI

Lanz lo condujo por un pasillo largo.  Marchaba delante de Miki sin volverse a mirarlo ni ayudarlo con su nerviosismo. Se detuvo frente a una puerta ancha y sólida.

-. Una cosa más que es muy importante. No hables ni emitas ningún sonido. Al amo le gusta el silencio – Lanz enfatizó dejando a Miki perplejo – Ahora, entra

Lanz abrió la puerta y clavó los ojos en lo alto de la pared para no ver al delicado chino entrar a encontrarse con su amo… hervía de celos.

Heinrich esperaba a Ming kim en su amplia sala equipada con todos los elementos necesarios para el placer y el dolor. La iluminación era tenue pero suficiente para distinguir a quien había ingresado recién.  Heinrich llevaba allí un buen par de minutos y estaba anhelante como pocas veces; ansioso y perturbado al mismo tiempo. No le gustaba que un esclavo le provocara el nivel de ansiedad que tenía. Miki, sin haber dicho o hecho nada, se había inmiscuido en su mente haciendo que lo pensara y deseara. Heinrich sentía que necesitaba poseerlo ya mismo para liberarse de la intranquilidad que comenzó cuando lo vio para la subasta en la pantalla del computador. El momento había llegado por fin.  Vestido apenas con una esponjosa bata blanca que resaltaba la palidez de su piel y contrastaba con su pelo negro, estaba el esclavo que lo atormentaba sin saberlo.  Suyo.  Para hacer de él lo que quisiera. El chico mantenía la vista baja y actitud sumisa y eso le agradó. Heinrich empuñó las manos… le ardían en deseos de tocarlo.

Minkim no sabía que había en la sala donde se encontraba, pero podía sentir la poderosa presencia del nuevo amo. Sintió frío sobre su piel casi desnuda, a pesar de que la temperatura de la sala era agradable. Se puso nervioso ante el extremo silencio que reinaba en la sala y porque no quería que su piel se erizara. Deseaba ofrecérsela suave y tibia.

-. Ven aquí – su voz, aunque baja, retumbó potente en medio del silencio de la sala.

Obedeció temblando y adivinando hacia donde debía caminar. Dio pasos con la vista hacia el piso hasta que en su radar visual pudo ver las relucientes botas de su nuevo amo. Tenía la piel completamente erizada.

En un gesto poco habitual, Heinrich tiró del cordel que sostenía la bata por la cintura de Miki y dejó que la prenda resbalara hasta el suelo.  Miki no se movió en lo más mínimo. No acostumbraba desvestir a sus esclavos pero quiso hacerlo con este.

Heinrich se permitió el placer de examinarlo concienzudamente. Con la vista trémula recorrió a Minkim de arriba abajo, reteniendo el aliento y verificando lo que ya sabía: estaba en posesión de una joya.  No recordaba haber tenido otro chico tan hermoso entre sus esclavos. No. En verdad, él nunca había visto siquiera a ningún chico así de perfecto. El asiático era una verdadera oda a los sentidos con su pelo oscuro largo, liso y brillante, los ojos grandes y almendrados, la boca pequeña pero tan bien hecha que parecía delineada a mano, el cuerpo esbelto y la piel inmaculadamente pálida y aterciopelada,.. y erizada!. Bien. El chico estaba nervioso pero lo disimulaba. Le agradó ese detalle. Se fijó en los dos botones rosa oscuro que adornaban su pecho… Sin darse cuenta, Heinrich se lamió los labios pensando en cómo iba a sentir al morderlos y chuparlos. Le agradaba en forma especial esa parte de la anatomía masculina. La cintura fina seguida de una exquisita curva que formaba las caderas y el culo… su polla de tamaño pequeño y hermosa piel clara, colgaba inerte junto a los delicados testículos… ni un rastro de vellos en todo su cuerpo. Aahhh… Todo el conjunto de partes que hacían a Minkim eran un deleite.  Heinrich decidió que el chico se merecía un trato especial por el simple hecho de complacerlo tan grandemente con su belleza.  Levantó la barbilla del chico para verle los ojos:

-. Scheiße!* Solo tu belleza vale el precio que pagué    (*mierda)

Minkim entendió a pesar de la voz muy baja con que Heinrich había hablado. Ocultó una sonrisa. Le complacía saber que el señor estaba contento con él, del mismo modo en que él se encontraba agitado por tener un amo atractivo que se aprontaba a tocarlo ¿Cómo sería? ¿Qué le gustaba? Miki deseaba que Lanz le hubiera dicho más para estar preparado de mejor manera. deseaba complacerlo.

Heinrich se había cambado la ropa elegante de unas horas atrás por un pantalón oscuro y una camisa celeste que resaltaba el azul de sus ojos.  A pesar de la simpleza, se veía seductor y elegante. Era algo que lograba con su postura y movimientos más que con lo que vestía.

Miki levantó la cabeza para facilitarle el acceso cuando Heinrich se acercó con una cinta de cuero para su cuello de la cual colgaba una cadena fina. Notando el gesto, el amo  detuvo la cinta a centímetros de su piel

-. ¿Sabes obedecer? – murmuró

Miki estuvo a punto de responder en voz alta y se asustó mucho al darse cuenta. Lanz le había dicho a último momento que no debía hablar y era difícil recordarlo estando tan nervioso. Sin dudarlo, asintió con la cabeza en un movimiento tímido y lleno de gracia.  Heinrich, complacido, ató la correa alrededor de su cuello y tiró de él.

El amo retrocedió hasta un sillón ancho y grande que dominaba la estancia. Tenía una base alargada y amplia, con un gran respaldo elaborado, como si fuera un enorme trono real.

-. Acércate

Miki intuyó que el amo podía tirar de la cadena que sostenía pero estaba probando su obediencia.  Avanzó sin dudar. El piso se sentía frío bajo sus pies. Tenía que calmarse. Se acercó hasta que estuvo al alcance de las manos del amo. Heinrich lo tomó por la cintura y cerró sus piernas en torno a él creando una pequeña cárcel

-. Mírame – ordenó.

Miki encontró el par de ojos azules más bonitos que había visto en su vida. Su amo era emocionantemente atractivo. Pestañeó sintiendo debilidad cuando las grandes manos de Heinrich comenzaron a recorrer su cuerpo y su expresión se volvió lujuriosa. El amo bajaba sus dedos por sus costados, tocando y palpando… agarrando sus nalgas, descendiendo por sus piernas… sosteniendo sus genitales. Heinrich lo examinaba por completo y le provocaba sensaciones hipnóticas con la suavidad y deleite que lo hacía… inequívocamente delataba que se  sentía agradado. Miki no podía evitar que su boca abriera instintivamente y tenía que recordar a cada instante la última instrucción de Lanz. Era especialmente difícil callar cuando Exequiel le había enseñado todo lo contrario y su nuevo amo estaba besándole el hueso de la cadera..

-.  Me gusta… – declaró Heinrich satisfecho y sus ojos se achinaron en una media sonrisa

Miki sintió como si fuera una pluma cuando Heinrich lo levantó de la cintura sin ningún esfuerzo

-. Separa las piernas – ordenó sentándolo sobre sus firmes muslos, con las piernas de Miki colgando a cada lado – no te muevas ni dejes de mirarme.

El conocimiento de su piel continuó más de cerca.  Podía sentir el tamaño del cuerpo de Heinrich envolviéndolo. Cada minuto que pasaba las caricias se iban tornado más intensas. El amo lo sujetaba firmemente de las nalgas y lo degustaba con su boca y su lengua en una ceremonia que no tenía nada de delicada. Se deslizaba por su cuello, lamiendo, besando y mordiendo. Su piel se volvía a erizar a causa de las sensaciones y el dolor de la fuerza que Heinrich aplicaba. Pasó por sus hombros y chupó la clavícula. Ahora se detenía en las delicadas tetillas de Miki. Jugueteaba apretándola entre sus pulgares. Miki nunca había sabido lo que era la sensibilidad de esa zona; Exequiel no les daba mucha importancia.

Al cabo de un intenso jugueteo en que el amo usaba manos y boca, las sensaciones comenzaron a multiplicarse por su pecho extendiéndose a todo el cuerpo. Heinrich se detenía cada cierto rato para buscarle los ojos y leerle las emociones que le causaba.  Miki intentaba comportarse como el amo esperaba pero llegó un momento en que le fue imposible  controlar un gesto de dolor.  Miki se quedó paralizado al darse cuenta que el amo lo miraba fijamente y había detenido sus movimientos… al cabo de unos segundos Heinrich sonrió complacido. Había encontrado el primer punto débil de Miki y su verga reaccionaba de inmediato cabeceando oprimida contra su pantalón. Atacaría sin tregua… ese era su placer.

 

HEINRICH

A él nadie lo había inducido al placer de tener sumisos y esclavos sexuales. Era algo que venía incluido en su paquete de nacimiento. El dolor que podía causar estaba estampado en su mente como fuente del más delicioso placer. Durante sus años jóvenes no había tenido problemas para conseguir lo que deseaba gracias a su situación económica privilegiada y a la poca atención que recibía de sus padres. Heinrich pensó que siempre tendría una buena vida y todo estaría bien.

No contaba con que poco después de los treinta la vida le pasaría una dolorosa cuenta de una manera muy singular.

La tarde en que aquello ocurrió tenía la temperatura y ambiente perfecto. El paisaje del lago era hermoso y estaba en compañía de amigos. Se turnaban para manejar la lancha que tiraba de los esquiadores sobre las mansas aguas del lago. Heinrich esquiaba desde niño y tenía amplia experiencia por lo que no se preocupó cuando la lancha aceleró transportándolo a gran velocidad. El disfrutaba de los desafíos deportivos. Más tarde se arrepentirían pero ya no habría nada que hacer. Nunca pudieron determinar qué fue lo que Heinrich dijo haber visto de reojo en el agua y contra lo que chocó su ski. Heinrich sintió el golpe fuerte en su pie y se elevó en el aire en una curiosa voltereta. Cayó desde la altura, de cabeza contra el agua. No se asustó porque tenía puesto el chaleco salvavidas y sus amigos estaban cerca… pero no esperaba el sonido de una explosión profunda y ronca en su oído, al chocar contra el agua seguida de un estampido de dolor que lo hizo perder el conocimiento.

Despertó horas después, desorientado, en un cuarto blanco, conectado a varías máquinas que emitían irritantes sonidos.  A pesar del dolor tuvo que hacer un esfuerzo y llevarse de inmediato las manos a los oídos para filtrar el desquiciante ruido de las máquinas. Su brusco movimiento hizo que las alarmas sonaran aún más fuerte y el cuarto se llenara de enfermeras y gente que hablaba al mismo tiempo. La reacción de Heinrich fue inesperada. Gritó y se zamarreó como si enloqueciera pidiendo que pararan todo. Tuvieron que doparlo para que  se tranquilizara.

 

-. Hiperacusia – dictaminó el médico hablando muy bajito en el cuarto al cual lo cambiaron, aislado y sin ruidos. Heinrich no sabía de qué se trataba

-. Tiene un daño severo en el nervio auditivo – explicó el médico susurrando

-. Cuando se pasará? – preguntó Heinrich

El médico permaneció en silencio y evitó mirarlo

-. Haremos más estudios para ver si es posible reparar el nervio y que se recupere, al menos parcialmente.

No fue posible. Tras meses de análisis y de descubrir lo ruidoso e insufrible que era el mundo, Heinrich, vencido,  se retiró a su casa con los medicamentos permanentes que disminuían las molestias y una irritabilidad enervante. Jamás había imaginado lo ruidosa que era la vida cotidiana. Casi todos los sonidos eran insoportables para él ahora. Había algunos que resultaban tolerables y otros que desataban dolor descontrolado, como el viento, las sirenas, el tráfico y algunas voces humanas.  Le tomó meses aprender a vivir con esta nueva condición, atreverse a volver a escuchar música muy bajito o leer los subtítulos en la televisión. Preparó su hogar aislándolo y dio instrucciones de silencio a todos los habitantes de la casa. Quienes lo visitaban, amigos o personal de sus negocios, recibían instrucciones sobre cómo debían dirigirse a él. Solo muy pocas personas sabían su condición.   Heinrich ordenó fabricar tapones para sus oídos con el mejor material disponible. Los usaba siempre que abandonaba el silencio de su hogar.  Su personalidad cambió luego del accidente. Se volvió más solitario y seleccionaba muy cuidadosamente lo lugares donde asistía. Se sentía a gusto y seguro en su fortaleza; estaba comunicado con sus negocios y el mundo a través del computador, sin necesidad de exponerse a los ruidos en el exterior. Sus prioridades cambiaron. Ya no quería buscar compañía ni placer en cualquier lugar. En vez de eso, comenzó a adquirir esclavos que entrenaba para seguir sus estrictas instrucciones de silencio.  Uno nuevo, cuidadosamente elegido, llegaba a su hogar cada año. Ellos ocupaban un lugar importante en su vida reemplazando amistades y familia, aunque Heinrich jamás dejaría que lo supieran. Con ellos olvidaba que era un amo dañado y volvía a sentirse poderoso y satisfecho.

* * * * *

Estaba conociendo a su nuevo esclavo asiático y cada minuto que pasaba se sentía un poco más complacido con él. Hasta ahora sabía que tenía un cuerpo delgado y suave como la seda, sinuoso y exquisito, que le encantaba. La cintura en particular lo estaba enloqueciendo; con un poco de esfuerzo la cruzaba con sus manos. De ahí lo sostenía con fuerza, enterrando los dedos en su carne, para darse el gusto de chupar y mordisquear sus tetillas… se veía tan puro y etéreo… tan obediente y dispuesto. Había algo que impulsaba a Heinrich a querer dominar completamente la belleza de Miki; deseaba romper ese gesto de completa sumisión que rayaba en la indiferencia que el chico había mantenido desde que lo viera. Quería arrancarle lágrimas, verlo retorcerse de dolor, quebrantar esa mansedumbre hasta  demostrarle lo que podía hacerle y convertirlo en un esclavo total y completamente suyo.  Tironeó el pezón entre sus dientes y pasó la lengua bruscamente sobre la punta ya inflamada… la tensión en el cuello del esclavo le indicó el nivel de dolor que el chico estaba soportando. Aplicó ambos labios alrededor  de la tetilla y chupó hasta que sintió el sabor salado del sudor. Miki respiraba locamente agitado y la docilidad de sus ojos oscuros había desaparecido. El chico estaba luchando por mantenerse firme. Aahhh… su miembro se volvía duro… el chico era maravillosamente hermoso en el dolor. No se cansaría de felicitarse por haberlo comprado. Heinrich cambió las manos de posición bajándolas hasta los glúteos del chico y los acarició mientras se empapaba del dolor reflejado en los ojos almendrados.

-. Voy a comenzar bien contigo. Tu belleza me complace.

Lo levantó para dejarlo en el suelo y se dirigió a buscar algo. Abrió el cajón donde tenía su colección de dilatadores y eligió uno.

-. Dóblate contra la camilla y sepárate las nalgas.

Lo vio abrir la boca para responder y mirarlo con gesto asustado al darse cuenta que casi había hablado. Era segunda vez que le pasaba lo mismo en el rato que llevaban.  Heinrich comprendió al instante la razón de la turbación del asiático. Seguramente Lanz  le había advertido sobre el silencio a último  minuto como había hecho con  los dos chicos anteriores. Lanzi le complacía un poco más que los otros y era su esclavo favorito, pero a veces, olvidaba su papel y dejaba que los celos le jugaran malas pasadas. Se encargaría de recordarle a Lanzi cómo cumplir bien sus funciones. La vista de Miki doblado ofreciéndole el espectáculo de sus piernas separadas y sus manos abriéndose el culo  terminó de endurecer su verga que chocaba incómoda contra el pantalón.  Heinrich era poseedor de un pene de tamaño considerable. Lo sabía porque cuando joven había hecho comparaciones cientos de veces y él siempre resultaba ganador. Esa era la razón de usar un dilatador con el nuevo esclavo. Ya había tenido la experiencia, años atrás, de tomar a otro de sus esclavos por primera vez sin haberlo dilatado lo suficiente y el chico no solo se había desgarrado sino que no había podido contener gritos y llanto. Luego tuvo que esperar semanas para volver a usarlo mientras el chico sanaba. Había sido una experiencia desagradable y desde entonces Trevor temblaba cada vez que era llamado a la sala de juegos. Le gustaba ese chico a pesar de tener que castigarlo constantemente, pero nunca tanto como este que tenía al frente.  No permitiría que le pasara lo mismo a su nuevo juguete chino.  No cuando el chico tenía ese culo tan suave y apetecible. Se acercó por detrás y se agachó hasta que su rostro estuvo a la altura de las nalgas… la piel seguía siendo lisa y aterciopelada, en el centro de una aureola levemente oscura estaba el agujero rosado y fuertemente contraído. Heinrich sintió un temblor de deliciosa anticipación en su estómago.  Ancló sus manos en las caderas del chico y sus labios se cerraron en torno a la entrada, en un beso oscuro y húmedo… sentía en su lengua áspera la textura de las arruguitas del orificio y sus manos sujetaban el pequeño cuerpo que batallaba por mantenerse en la posición correcta. Cuando su lengua hubo humedecido suficientemente la parte exterior, Heinrich la presionó contra el centro del orificio, demandando entrar.  Sintió que Miki se estremecía.

-. Voy a entrar – ordenó el amo y el chico obedeció relajando su ano para dejar que la lengua invasora traspasara la barrera y entrara en él. Heinrich lo estaba disfrutando en grande. Los besos negros eran una de sus pasiones y violar con su boca este cuerpo suave y delicado era maravilloso.  La presión de su pene hinchado, comprimido contra la ropa lo obligó a detenerse. De mala gana se puso de pie para desnudarse sin quitar su vista del chico cuyas piernas temblaban pero no abandonaba su posición. Ni siquiera se movía… Era obediente en extremo.

Desnudo, volvió a tomar el dilatador y luego de untarlo generosamente en lubricante lo hundió sin contemplación en el recto de Miki. Tiró de la cadena para guiar a su esclavo de vuelta al asiento.

-. De rodillas – ordenó

Miki se sentó sobre sus talones. Heinrich lo tomó de la barbilla y levantó su rostro

-. Abre la boca

 

MIKI

Obedeció al instante abriendo su boca y preparándose para lo que sabía iba a venir. Al levantar la vista sus ojos chocaron de frente con una polla larga y gruesa y un hermoso cuerpo varonil y marcado. No tuvo tiempo de pensar. Ahuecó la boca y junto saliva al ver que el amo exhibía su verga delante de él, acercándola. Miki tomó aire con rapidez porque sabía que iba a necesitarlo. La gruesa polla de Heinrich entró en su boca… era enorme, ocupaba todo el espacio y lo hacía estirar sus labios al máximo… Miki juntó saliva y comenzó a chupar el glande… deseaba sostenerlo con sus manos para dirigirlo mejor pero no se atrevió a hacerlo… Chupó como le habían enseñado a hacerlo, usando su lengua y labios para proporcionar fricción y placer, olvidando la incomodidad del tamaño y como lo obligaba a estirar sus labios al máximo.  Miki sintió un instante de alegría. La respiración de su Heinrich se agitaba y parecía gustarle lo que le estaba haciendo. Miki estaba poniendo su mayor esfuerzo en coordinar respiración y movimientos para albergar la enorme verga que se hundía en su boca.  Los segundos pasaban y el empuje se fue volviendo más invasivo… Heinrich posó su enorme mano en la nuca de Miki y comenzó a sujetarlo con firmeza.  Heinrich follaba su boca con ganas y el grueso miembro amenazaba con obstruir su garganta… Miki se preparó porque lo vio venir… NO!  No podía  permitirse sentir nauseas, arcadas ni nada parecido… tenía que ser capaz de agradar al amo… pensó en las muchas horas que Exequiel lo había mantenido completamente atado y cegado, privándolo de todos sus sentidos hasta que fuera capaz de tragarse toda su polla y lo había hecho bien, pero la polla de Exequiel, en ningún caso, era tan enorme como la de su nuevo amo. Rogaba poder hacerlo… tomó aire en el momento preciso, relajó los músculos de su garganta como si estuvieran paralizados… inertes… y, sorprendiendo a Heinrich, Miki se adelanto a sus intenciones moviéndose al encuentro de él para tomar la verga en su boca hasta la base misma… Heinrich gruño de placer… Miki sintió que la verga bloqueaba todo el espacio de su boca y garganta, impidiendo el paso de aire… era aterrador, pero no se permitió asustarse… si lo hacía de la manera correcta, pasaría la prueba y complacería al amo… Movió la lengua, las mejillas y los labios… la saliva escurría por el borde de su boca abierta… los músculos de todo su cuerpo se tensionaban  y el dildo se incrustaba más profundo en su recto… los segundos se volvían eternos y Heinrich continuaba presionando su nuca… el pánico comenzó a ganarle… los músculos de su garganta amenazaban con cobrar vida… entonces Heinrich relajó la presión de la mano en su nuca y Miki pudo retroceder para tomar aire nuevamente antes de volver a sentir que el grueso miembro follaba su boca hasta el fondo y volvía a bloquear su laringe…

“No pasa nada… sin asustarse” se autoconvencía en su mente. Tenía que poder hacerlo.

Continuó chupando y agradeció que sus ojos permanecieran fuera del alcance de su amo… Estaba a punto de llorar y no quería que lo viera…  movió la lengua con furia acariciando el miembro invasor, olvidando su persona y concentrándose solamente en el objetivo que se había fijado… complacer al hombre de todas las maneras en que se lo pidiera. Era una poderosa fuerza motora que mantenía a Miki afanado en lo que el amo le exigía.

.- Suficiente – dijo Heinrich cuando su verga se había vuelto dura como roca sólida y Miki ya no daba más. Los labios rojos e inflamados y su garganta y mejillas adoloridas.

-. Sobre mis rodillas – indicó Heinrich excitado – Voy a quitarte el dilatador

Miki se aseguró de que su cuerpo le obedeciera antes de ponerse de pie para tenderse sobre las rodillas del hombre, dejando su culo expuesto. Heinrich le separó los glúteos usando una sola mano y con la otra procedió a retirar el dilatador. Lo hizo con lentitud como si fuera una caricia. Los dedos del amo bajaron por su perineo, presionando suavemente y terminaron por envolver sus testículos. Miki sentía en cada fibra de su cuerpo el contraste de sensación que por momentos eran bruscas y duras y al siguiente eran suaves y exquisitas. Estaba adolorido y asustado pero por sobre todas las cosas, estaba excitado con ese amo rudo, dominante y hermoso que le había tocado en suerte y que lo trataba como un objeto de su propiedad. Aunque Miki no estaba acostumbrado a llegar al orgasmo ya que Exequiel se lo prohibía, sintió la sangre caliente llenando su polla. Heinrich  notó de inmediato el movimiento involuntario del pene de su esclavo. Era una verga pequeña y hermosa como todo el cuerpo de su asiático pero más le valía no correr riesgos. Quitó sus manos del cuerpo del esclavo y abriendo un cajón, extrajo un trozo de cuerda. Separó aún más sus piernas de manera que los genitales de Miki colgaran libremente. Diablos!!! Estaba excitado y el culo de su chino era precioso. Con destreza fue envolviendo los testículos de Miki entra las cuerdas, aislándolos del pene y apretando lo suficiente para evitar sorpresas. El regalo del orgasmo solo lo concedía él cuando el esclavo se hacía acreedor y este chico aún no estaba listo. Terminó de envolver la cuerda y observó complacido como brillaba la sedosa piel tirante de los testículos

-. Ahora sí.  Móntame – ordenó Heinrich dejando caer su pesada mano sobre una de las nalgas.

Miki había aprovechado el momento de calma mientras Heinrich envolvía sus bolas. No sabía de qué iba aquello pero no le molestaba mucho la cuerda en sus genitales.  Recuperó el aliento y relajó los músculos cansados. La palmada en su glúteo lo hizo saltar. Sintió el dolor caliente que lo abrasara. Ya sabía que una palmada de Heinrich con esas manos grandotas equivalía a mucho dolor.

Heinrich se acomodó en el sillón reclinando su espalda, replegando sus manos y mirándolo lascivamente para ver lo que haría.

Miki entendió de prisa.  Le correspondería a él hacer todos los movimientos para montar a su amo de implacables ojos azules. Subió sobre sus piernas y se acomodó calculando la distancia.  Tiró de sus glúteos para separarlos y fue bajando hasta sentir que su ano hacia contacto con la tiesa polla de Heinrich. Esto iba a doler aunque el dilatador hubiera dejado mucho lubricante. Lo sabía. Aguantaría. No quería que su amo perdiera el aire de complacencia que tenía mientras lo observaba empalarse en su verga. Botó el aire despacio y recordó como relajar su ano. La verga de Heinrich se abría paso en su cuerpo. Lo que al principio era una pequeña molestia fue aumentando rápidamente a medida que el falo se internaba en sus entrañas. Si tan solo pudiera gemir…  el dolor irradiaba hacia todas partes pero el centro del mismo estaba en su recto.  Tan solo un poco más y estaría bien. Miki apretó los labios para no jadear y se obligó a bajar con un último impulso. Su cuerpo delgado y menudo se estremeció. La polla de Heinrich estaba llenándolo y Miki ni siquiera era capaz de mover sus pulmones para respirar… paralizado de dolor y transpirando. Del costado de sus ojos comenzaron a caer lágrimas.

Heinrich no encontraba palabras para describir lo fascinado que estaba. El placer del roce en su polla se veía grandemente multiplicado por el dolor del chico y toda la maldita belleza que lo rodeaba. Era hechizante.

-. Cabálgame – exigió

Diez segundos más de calma habrían hecho muy feliz a Miki pero no los tenía. El amo exigía que se moviera ahora y él obedecía. Comenzó a subir y bajar intentando no pensar en el dolor.

Heinrich pensó que nunca se iba a cansar de tocar y penetrar el hermoso culo de Miki.   El chico se movía sobre él bajando y subiendo con gracia, empalándose en su gran verga… tan fino y hermoso. Heinrich podía notar la tensión del dolor en los músculos de Miki sin embargo, el chico seguía galopándolo suavemente, sin ningún gesto de objeción. Le permitió continuar a su ritmo unos cuantos minutos porque el placer que le provocaba era muy satisfactorio. De pronto, Heinrich  uso sus manotas para agarrar a Miki de la cintura hasta casi abarcarla por completo y con fuerza inesperada lo forzó a bajar hasta que los glúteos de Miki estuvieron apoyados sobre su vientre y el chico abrió la boca y retuvo la respiración… así sí. Ahora todo su miembro estaba dolorosamente enterrado, profanando ese cuerpo etéreo y sumiso, tan delicado que seguía pareciendo un milagro que fuera capaz de engullirlo por completo. Los ojos llorosos, la cabeza hacia atrás de Miki y la boca abierta eran una delicia para sus ojos. Fijó su vista en los labios del chino… él muy rara vez besaba a sus esclavos, no sentía que necesitaba besarlos para estimular su propio placer. El único que había obtenido unos cuantos besos había sido Lanz cuando se portaba como la puta experta que era y lo hacía perder el control. Sin embargo, ahora mismo sintió deseos intensos de profanar también la boca de Miki con sus labios y su lengua. Se obligó a contenerse. Los besos eran un regalo por el cual el chico tendría que esforzarse. Pero Heinrich necesitaba hacer algo con esos labios hinchados y sensuales. Se conformaría por ahora con hundir sus dedos.

-. Cabálgame bien – ordenó quitando sus manos de la cintura, dejando marcas rojizas y moradas donde había apretado.

Los dedos del amo delineaban su boca. El pulgar rozaba el labio inferior de Miki y presionaba para separarle los labios, le abría la boca e impulsaba su dedo dentro. Le recorría los dientes y la lengua tomando posesión por completo de cada agujero en su cuerpo.   El dedo dentro de su boca se sentía grande y erótico. Miki, más que nunca, se sentía completamente sumiso ante lo que le estaba haciendo. En medio de la locura de las violentas penetraciones y la obscena invasión de su boca, Miki experimentó una fuerte tensión en sus propios genitales… allá abajo sucedía una batalla que Heinrich había previsto y controlado por medio de las cuerdas… ahora entendía lo molestas que eran y como comprimían sus testículos causándole una dolorosa tensión.  Su pene se había vuelto erecto pero eso solo contribuía a agravar la tirantez.

Hacía mucho tiempo que Heinrich no se dejaba llevar tan ciegamente por lo que sentía. Fue necesario que dejara la boca del chico para volver a poner sus manos en la breve cintura y tomar el control del ritmo con que se movía y su cuerpo lo buscaba… El chico se adaptaba a sus movimientos.  Había algo tan impúdico en el delicado cuerpo de niño que se cimbreaba sobre él… algo tan inmoral y caliente en profanar su recto entre esos glúteos blancos y cálidos.  El interior del austriaco se revolvía en un cúmulo de olas calientes que buscaban reventar. Heinrich, con sus músculos endurecidos y afiebrados,  sintió el impulso de tocar más estrechamente a su esclavo y se encontró envolviendo a Miki con su cuerpo en un abrazo avasallador… empujó sosteniéndolo y penetrándolo profundamente una vez más…  el placer del orgasmo anuló sus pensamientos y por largos segundos solo fue capaz de sucumbir a las deliciosas sensaciones que le arrebataban la razón.

 

Miki espero en silencio, respirando de prisa por la boca abierta y con los ojos almendrados fijos en la hermosa expresión de gozo de Heinrich. Agachó la cabeza para disimular una sonrisa cansada. El amo estaba complacido y él se sentía adolorido y exhausto pero más que nada, orgulloso.

Heinrich abrió los volviendo a la realidad. Su verga continuaba enterrada en su increíble esclavo chino.

-. Límpiame – ordenó

Miki se liberó con cuidado intentando que el semen que despedía su culo no manchara a Heinrich. Volvió a arrodillarse frente a las piernas abiertas. Pidió permiso con los ojos para tomar el miembro antes de comenzar a lamerlo hasta dejarlo perfectamente libre de todo rastro.

Heinrich no le quitaba los ojos de encima. Cuando terminó, le indicó con un gesto de su mano que se pusiera de pie y sin decir una palabra, procedió a desatar el cordel que comprimía los testículos de Miki. Esta vez sí resultó doloroso cuando la sangre volvió a circular pero el chico se mantuvo estoicamente firme sin hacer ni un gesto que delatara lo que sentía.  No se atrevió a levantar los ojos pero podía sentir con certeza la mirada del amo fija en él…

Súbitamente, Heinrich se levantó y abandonó la sala.

Miki esperó inmóvil a que algo pasara o alguien le indicara que tenía que hacer ahora. Sus piernas temblaban y le dolía casi todo el cuerpo, estaba chorreando semen por sus piernas

-. Ponte la bata y sígueme – gruñó Lanz malhumorado abriendo la puerta de golpe.

Volvieron por el mismo recorrido al cuarto donde antes había estado.  Miki Volvía a tener preguntas que hacer pero Lanz parecía más molesto que antes.

-. Aquí te quedas tú – dijo el rubio sin mirarlo, indicándole la puerta.

Pareció como si todo el cansancio, la tensión y el dolor se le vinieran encima una vez que Miki quedó solo en el dormitorio. Caminó hasta la ducha y dejó que el agua le cayera por el cuerpo… Tenía marcas por doquier. Se sentía bien el calor mojado resbalando por su adolorida piel. Se envolvió en una toalla sin fuerzas suficientes para secarse. Se deslizó sobre la cama y cerró los ojos.  La imagen del momento en que Heinrich había estallado en el orgasmo se dibujó nítida en su mente. Miki suspiró y sonrió a pesar de la extenuación. Minutos después estaba profundamente dormido.

 

 

 

Un comentario sobre “M&M CAPITULO 84

  1. Muchisimas gracias; Nani. Me encanta la historia, el tiempo se me hace interminable esperando un nuevo capítulo. Me asombra mucho tu capacidad para desarrollar todos los personajes y volverlos reales. Me cuesta mucho expresar con palabras como de maravillosa me parece. Muchas gracias de nuevo

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.